En el post anterior exprese admiración por tres mujeres, aunque en el espacio, además de la primera foto, el mayor número de palabras fueron para Madame Royal.
Su rostro me resulta hermoso y si es el espejo del alma –de la suya y de la de todo humano ser- pues tenemos a la vista un alma… divina, lo que no deja de ser una reiteración, pues todas las almas son por naturaleza divinas, no?. Pero bueno, así salió y así lo dejo.
El hecho cierto es que José Gervasio Morales (Uruguayos en Lanzarote) me dio la idea en su comentario al post de las musas. Y use la búsqueda y apareció –no voy a decir por arte de magia, pero hubiera sido bonito-
Apareció el blog de Ségolène –espero que disculpe la confianza- Y le escribí, claro. Un pequeño comentario (se puede leer aquí, porque lo han publicado)
Ahora, en mi blog, para que no dé lugar a dudas sobre la naturaleza de mis intenciones –hoy están las cosas muy difíciles…- una vez que -al menos en mi imaginación- Madame Royal conoce de mi existencia sobre este planeta que compartimos. Le voy a escribir la carta.
Madame Ségolène Royal. (tal… tal… tal)
París
Apareció usted en mi vida viendo un telediario, y al instante supe que se trataba de una aparición del cielo, que por tener forma humana solo puede darse en La Tierra.
Guapa y atractiva; segura usted de usted misma; elegante; madura –valor que no tiene precio- Subyugante –que es palabra que uso poco-...
No es mi intención abrumarla con excesivos halagos que la hicieran pensar de mi algo extravagante –que es palabra que uso menos- Pero créame, al menos lo escrito, está meditado y sopesado.
Antes signifiqué su madurez -reconozco que eso me atrae de las mujeres- Ahora también menciono su gusto por la política. Y hago coincidencia de las dos condiciones porque me permiten explicarle que no solo es una cuestión de imagen mi agrado al verla. También es una cuestión de admiración por intuición. Me explico mejor.
La política es pasión que compartimos –aunque usted la ejerce más activamente que yo- e ideológicamente estamos –más o menos- del mismo lado también. Entonces, por su vocación y sus ideas –siempre he pensado que ser de izquierdas implica un mayor ejercicio intelectual, y que me perdone la gente de derechas pues no es nada personal, y espero poder aclararlo de mejor manera en otra ocasión- …
(me pierdo)
Por sus vocación y filosofía, decía; interpreto es usted persona de intelecto flexible y dado a reconocer el relativismo de las cosas del mundo y la condición humana. Añadido eso a la madurez, el resultado es: enorme atractivo.
Aquel resultado, elevado por el efecto de la apariencia –sus ojos sobre todo-, da una nueva magnitud que, por rubor, no me atrevo aquí a expresar con toda crudeza, pero que en versión más suave, se escribiría… me enamora usted.
Entonces, a la lectura de todo lo escrito, solo queda añadirle que me permito postularme como su más entregado servidor –en la medida en que usted y yo, seguro, interpretamos tal adjetivo-
Yo sería felizmente para usted un fiel colaborador. Incluso podría llevarle el desayuno a la cama –si duerme usted sola, claro- Y leerle los periódicos –en castellano, eso sí-… qué sé yo. Podría ayudarla a usted en muchas faenas y lo haría gustoso. Y vivir en París no me importa.
Si quiere usted le envío mi currículum. Seguro que en el presupuesto de que dispone tiene cabida un asesor más. Para políticas de la Unión, por ejemplo. Siempre es bueno considerar otros puntos de vista. Yo soy persona trabajadora e intelectualmente activa a la que las cosas del mundo le apasionan. Como a usted, creo.
Nuestra relación se podría enmarcar mediante un contrato formal, con la figura que corresponda según el ordenamiento francés, en el cual definamos prestaciones y contraprestaciones, para que así sea todo claro y no tengamos que discutir nunca –o casi-
Bueno… no la ocupo más, y yo también me desocupo de esto, que siempre hay otras cosas que hacer. Pero sepa que lo dicho es sincero y que estaría dispuesto a vivir, junto a usted, esta fantasía mía de mañana de sábado luminoso y con menos viento que ayer.
Siempre a sus pies es una frase de despedida que tiene su cosa morbosa, y no por eso menos seria, así es que la usaré para finalizar la carta, junto a tres besos, que espero reciba usted con agrado.
La foto es de ddestudio