Es delicado tema que hace aflorar sentimientos de toda índole, de ahí lo frágil. Por eso es –según pienso- necesario tratarlo –escribir de él ahora- con delicadeza, equilibrio y mesura. Todo un reto, pues no se trata de faltar a la verdad.
La inmigración es constante del comportamiento humano. Por necesidad, por interés… La especie se ha movido siempre por el planeta. Y lo seguirá haciendo, claro. Mientras dure.
Tiene la inmigración componentes de conflicto y de ventaja. Y siempre fue así. Siempre enfrentó, como ahora lo hace. Y siempre trajo y llevó consigo novedades y saberes, cultura y conocimientos. Por tanto bipolar parece, el tema. Conflictivo y amable. Constructivo y destructivo, a la vez. La vida misma.
En España llevamos ya, década y pico, presenciando la afluencia de personas de todos los rincones del planeta, para establecerse, y trabajando mejorar. Ellas –las personas- y sus familias. Reagrupándose o vía transferencias.
Trabajando o asimilados. Pues es sabido que todo emigra, se exporta y se importa. De tal manera que ‘con lo bueno, viene lo malo’. Como siempre fue y será. Pues lo mismo que no hay dos sin tres –y gracias- uno sin dos tampoco. Y al abrigo de las posibilidades y el flujo de recursos acuden hormigas y cigarras, lo mismo que gorriones y urracas… Si vale el símil, que espero que sí.
No soy psicólogo, ni sociólogo tampoco. Pero en tanto que cosas de los humanos, entre los cuales por ahora sumo, me interesan las dos materias o centros de conocimiento. Por tanto atención presto. Por ejemplo al hecho significativo del desarraigo que significa el desplazamiento, mayor cuanto más forzado por la necesidad y conforme más gente que depende se deja atrás. Por eso no me parece raro, sino explicable, que la gente se agrupe en el espacio de llegada. Y busque solidaridad y amparo o agasajo. Pues sociales y sociables como somos. Conforme más solos, peor lo pasamos. Y la vida no es fácil para nadie, aunque a veces nos lo parezca, y aunque las circunstancias de cada cual, cierto es, en ocasiones muchas nos hace distintos. Por eso las agrupaciones son lógicas. Pero…
El victimismo es tendencia natural, decir lo contrario es hacerse ciego. Pues todo lo que nos duele nos hace sentir mal y, en gran medida, desprotegidos. Victimas somos hasta de nosotros mismos. ¡Cuanto más…! Y de esa condición de víctimas que somos más o menos en una medida u otra, en todo momento. Nace, por desgracia –según pienso- un argumento que, como con todos sucede, se usa, manipulando la realidad, empobreciéndola, y de paso a las inteligencias. Resaltando las diferencias hasta lo absurdo, porque interesa.
Es común que haya víctimas. Parece costumbre de la humana especie, unas veces. Porque hay otras en que la costumbre de crear víctimas es de la vida misma, que por naturaleza se encarga de inundar o poner montañas donde había llanuras, por ejemplo. Escrito lo cual es fácil imaginar que la costumbre humana no es sino una reproducción de la natural tendencia de las cosas. Pese a que disguste.
Pero lo que está de común, sabemos los humanos puede ser modificado. Por eso, yo, aun viendo la naturaleza, pienso que bien podemos trabajar para ‘limar asperezas’ y, conscientemente, evitar víctimas. Más cuando son por egoísmos ciegos. Así es que, aun aceptando, estimo que el camino a la mejora es buen entretenimiento para cualquier vida. Por eso use victimismo. Porque no es lo mismo ser víctima que aparentarlo exacerbando. Y eso se hace. Más de la cuenta porque interesa también a algunas personas. Es como todo. Allí donde ventaja vemos, raro será que no tendamos a aprovecharla. Y lo mismo que hay ventaja aprovechando bajos salarios, por quien la tiene. Se busca, por quien lo hace, ventaja en el victimismo de la inmigración. Y es fácil verlo. Pues cierto es, y no miento al escribir esto, que bajo el paraguas de ‘la inmigración’ (denominado, a veces, ‘problema’, no sin de razón) se cubren actitudes interesadas o, incluso, ‘desinteresadas’. Pues con añoranzas y demarcaciones de las diferencias, tantas veces forzadas o aparentes, o, lo que para mi gusto es peor, mediante la religión. Se marcan espacios sociales, impermeables al espacio que se habita y al contexto en que se hace. Manteniendo ‘llamas vivas’ y esas cosas tan tópicas que se suelen hacer cuando cualquiera se siente tal o cual cosa, del Barça por ejemplo.
En alguna ocasión he llegado a leer en una entrevista periodística la opinión de un representante de una religión que ve de lo más natural pedir se done suelo público para que pueda ese colectivo levantar templo. Y viene a ser reclamado como derecho legítimo. Y ‘¡no se cortan un pelo!’… Pues, claro que no. Como si sobrara el suelo público –y al precio que está el suelo- como para estar destinándolo a templos de acá o de allá, lo mismo da. Pues templo es templo, y cualquiera vale, si de verdad para algo valen. Pues claro que no es derecho eso, sino abuso. Pero como hay quien vive de esas cosas… Pues se reclama, a ver. –Es un ejemplo-
El Partido Popular hace campaña electoral con el asunto inmigración. Reflejando una realidad social. Nada bien, eso sí. Porque propone para ‘desmontar’ ‘un montaje’. En un alarde de construcción de muro similar al que practican quienes detrás del muro se sienten seguros. Victimismo al victimismo… ¡Y ole! –porque desde España escribo-
Coalición Canaria –por decir algo- también hace campaña con ese asunto. Aunque de otra manera. Pues no entraron en el ‘contrato’ de ‘los populares’ sino que han querido vender lo invendible –acostumbrados que están- regulando ‘incentivos a la contratación laboral de residentes’
Muestras como estas las hay en otros países de Europa. Pues en todos los desarrollados hay idéntico ‘asunto’ (inmigración) que por una vía o por otra reflejan los desequilibrios del sistema económico y la mucha pobreza cultural, que cuando interesa se fomenta. Como ya he escrito que pienso.
Tal cual lo veo yo. No es bueno que la gente inmigrante ‘se encierre’ en sus colectivos, como muchas veces lo hace. Pues no se enriquecen y pierden, los más de ellos, que algo saca alguien siempre hasta de las peores situaciones (es una especie de lotería de la vida misma) Y tampoco es bueno que las personas ciudadanas (de España en este caso pero que pueden ser de cualquier otro ‘país desarrollado’) nos atrincheremos ‘viéndoles’ como aparte, o sólo como ‘oportunidad’ por la vía de las condiciones económicas ventajosas que podemos (el plural es retórico) obtener de ellas (las personas inmigrantes)
Pienso, y escribo ahora, que la paz es utopía, construible si nos ponemos a ello. Por tanto que el conflicto (cualquiera de ellos) es corregible. No siempre evitable. Pero si gestionable. Por tanto que haríamos bien todos en no sentirnos más ni menos (que tantas veces da el mismo resultado pues de menos vamos a más y de más a menos, y ustedes me entienden)
Pienso, y escribo ahora, que haríamos mejor, si en lugar de sentirnos distintos, engañándonos, practicásemos valientemente el deporte del no prejuicio, o, al menos, del menos posible. Pues es del prejuicio de donde nacen tantas limitaciones y cegueras. Que lo mismo llevan a ‘contratos para inmigrantes’ que a ‘regulaciones favorecedoras para el trabajo de los residentes no inmigrantes’ (es decir, autóctonos) que a victimismo y presunciones de discriminación, allí donde sólo hay una Ley o una costumbre o un estado laico o una libre elección para establecerse… Pues todo tiene un coste. Y no está bien que nadie abuse de su condición de inferior, a veces supuesta, para ganar una superior, tantas veces pretendida. Igual que no está bien mentir, aunque estemos en campaña electoral.
La inmigración no es problema. Es un hecho. No obstante los hechos, son problemas… tantas veces. Pienso que haríamos bien los humanos uniéndonos por la razón y el corazón, y no por banderas o nacionalidades. Lo uno es consustancial. Lo otro es puro tópico que lleva, inevitablemente, al prejuicio. Y de ahí… al enfrentamiento.
la foto es de dragon caiman