Hoy se ha sabido que el Tribunal Supremo de España ha sentenciado a favor de la organización religiosa: Iglesia Católica, favoreciéndola, para que impida a quienes practican apostasía de esa creencia que tal acto tenga reflejo en el libro en que tuvo asiento el 'bautismo', que simbolizó la adhesión a la misma.
El supremo acto de tribunal que ha juzgado define que los libros de bautismo no tienen la consideración o categoría de fichero, quedando por tanto alejados (los libros bautismales) del alcance de la Ley Orgánica de Protección de Datos de Carácter Personal, y sobre todo, de los derechos que esta reconoce a las personas.
La Academia define fichero como conjunto organizado de informaciones almacenadas en un soporte común. Después de la sentencia ésta, tendrán que modificar la definición, agregando, por ejemplo, a la actual, otra frase que excluya, específicamente, los libros de bautismo. Pues no son estos, al conocer del tribunal que es Supremo, ni conjunto organizado de información, ni soporte común...
Un sagrado derecho individual ha quedado conculcado por quienes no deberían tal cosa hacer. En beneficio, precisamente, de una organización cuya característica histórica más destacada ha sido, conculcar derechos...
Suele apelarse al parecido entre un huevo y una castaña como ejemplo supremo de ironía para demostrar su radical diferencia. Así, parecerse como un tal a una cual es, lo contrario… Y se equivocan, pues huevo y castaña son cáscara que guardan, vida. De reinos distintos, al decir clasificatorio, pero vida, de ave y vegetal… Y además resultan comestibles, los dos contenidos... Se parecen, entonces
Muestra de que vivimos en la república de la paradoja es el acto de intervención ‘socializante’ de la Administración de los Estados Unidos respecto de los ahora denominados “activos fallidos” y hasta hace bien poco llamados “vehículos de financiación”… En resumen, aquello que no vale ahora porque el mercado ya no cree en tal valor, lo compra el Estado (el de los E. U. A., por ahora) con el objetivo de intentar venderlo, cuando pueda, y en la medida que pueda, aportando mientras tanto circulante a las entidades que hasta ahora los poseían convencidas, y convenciendo, de tener riqueza, cuando en realidad tenían, poco más que un simple registro en virtual cuenta
Paradójico es, ya ustedes saben, que quienes hasta antes de ayer recitaba loas al libre mercado y su autorregulación nunca observada, ahora digan, o el Estado o el cielo… nosotros no tenemos solución. Es claro que la locura humana no ha llegado aun tan lejos, y en momentos, de interés, generalmente, se opte, aún confiando en Dios (como tienen escrito en el billete verde) por echar mano de las arcas públicas para ‘salvar’ aquello que vale menos (mucho menos) y hacer, a fuerza de recursos públicos, que valga, algo
En idéntica línea hemos conocido en España, en estos días pasados, que el señor que es presidente ahora de la asociación patronal mayoritaria, piensa que, en ocasiones, porque hay circunstancia que así lo recomiendan (léase, cuando interesa), el libre mercado se ha de ‘suspender’, actuando entonces nuestro santo padre Estado y nuestra venerable madre Administración, guardándonos (les) de sus ‘miserias’
La derecha política no se sonroja, o se sonroja poco, al ver el fracaso del ‘libre mercado’ ‘inflado’ a costa de supuestos crecientes constantes valores de las propiedades inmobiliarias. No se sonroja, sino que pide o toma de la caja pública, en acción de salvación sistémica. Y la izquierda socialdemócrata, tampoco se sonroja. Antes bien, se pone casi roja afirmando que el libre mercado no es cuestionable, ni ahora ni nunca, amen. Poniendo el mundo, de las ideas político económicas, al revés… Paradoja
Entre tanto… ¿Qué hay del ser?
Qué hay de cómo nos sentimos… De cómo damos a nuestras emociones salida… De cómo vivimos (con qué nivel de tensión y frustración o impotencia)…
¿Qué hay de la integridad y del disfrute con plenitud? (No se trata de sexo, aunque también)... ¿Qué hay del disfrutar la vida, tal cual?... ¿Qué hay del amor sin condiciones?...
¿Qué hay de la paz?...
¿Es posible la felicidad sin centros comerciales?... Y sin propiedades muebles o inmuebles... ¿es posible?
¿Es posible vivir sin Mercado?...
¿Y sin Estado?...
Tener y hacer… Hacer para tener y tener para hacer… No importa si ser o no ser. Nos olvidamos de nosotros mismos, queriendo tener y queriendo hacer… Nos olvidamos de nosotros y, peor aún, olvidamos a los demás… Culpándoles, tantas veces, de nuestros activos devaluados, a fuerza de no usarlos, sobre todo del activo amor… Culpando, de lo que sea que nos venga bien… De la “avalancha de la inmigración” o de “lo mal que me tratas y lo poco que me quieres”… Culpando siempre, no importa sea individual o colectivamente… Por no ser o querer ser… Por sólo tener, aunque, se aprende, haya que hacer para tener y, obvio… teniendo podemos hacer (también se enseña)
El capitalismo ha vuelto a fracasar, no es capaz de regularse solo el mercado, o de serlo, requiere tanto tiempo y tales costes, que resulta insoportable (la seguridad nacional, y cosas así, andan siempre considerando los costes sociales, y no es para menos)… El sistema (modelo) no es sostenible consumiendo recursos (limitados) constantemente como si nada pasara (como si la fuente nunca se agotara)…
Tener para hacer y hacer para tener no nos hace felices a los humanos. Se sabe que la depresión (mal existencial) es enfermedad de nuestra era en nuestro entorno desarrollado (los pobres no pueden deprimirse fácilmente)…
Un huevo y una castaña, se parecen… Guardianes cáscaras de vida en desarrollo o a desarrollar… La felicidad de ser, y el mercado y el capitalismo y el tener y el hacer… Son como una hormiga y un robot…
La apariencia nos gana y nos gobierna, pues con ella nos contentamos, sin adentrarnos, sin vincularnos, sin ser… Apariencia que nos hacen dudar de la igualdad de un huevo y una castaña. Apariencia de mercados autorregulables y siempre alcistas. Apariencia de felicidad teniendo (cosas y casos)… Apariencia de que el ser se hace o de que al hacer somos… Sin fijarnos en que somos (soy)… sin tener y sin hacer, y que el ser, es aquello más valioso que tenemos, además a coste cero… Paradoja, otra vez.